Pauline en la Playa nos vuelven a visitar. Las conocemos tan bien que se podría decir que son parte de la familia. Cada vez que nos vienen a ver, aunque pasen años entre visita y visita, nos devuelven esa magia inconfundible de los lugares de la infancia, la tranquila felicidad de los pequeños detalles, la melancolía sonriente de los días grises y lluviosos de su Gijón natal. Su nuevo disco, "Los días largos", nos regala otro viaje maravilloso por su particular mundo de colores claros y pequeños detalles que alegran la vida.

25 años después de aquel primer EP ("Nada como el hogar", 1999), las hermanas Álvarez pueden presumir de una larga carrera en la que con este último disco suman ya otros siete discos editados, sin prisas ni pasos en falso, manteniendo en todo momento su inconfundible estilo (la repetida etiqueta de "herederas de Vainica Doble", hace tiempo que se les queda pequeña). Si hubo que esperar hasta seis años entre "El mundo se va a acabar" (2013) y "El salto" (2019), en esta ocasión ha transcurrido un lustro más hasta este su octavo trabajo discográfico, "Los días largos", de nuevo compartiendo la producción con Luca Petricca, en una preciosa edición en vinilo azul de evocadora portada.

Basta con escuchar las primeras estrofas del corte inicial, "Yo podría ser John Wayne", para reconocer una vez más el singular mundo de las Pauline: la calidez de las melodías, los juegos vocales entre hermanas, los arreglos a veces mínimos pero en su justo punto, las letras llenas de referencias y metáforas sencillas pero a la vez brillantes; todo vuelve a estar en el lugar y el momento adecuados.

En ese universo pacífico y casi infantil hay lugar para momentos más potentes como "En esta casa" o la saltarina "Que te parta un rayo", pero entre ambas se cuela una deliciosa canción de desamor (con las Pauline incluso el desamor sabe dulce), la melancólica "Si me dejas de querer". La metáfora del corazón roto en mil pedazos como un jarrón contra la pared de "Un jarrón de flores", da paso a otra de esas preciosas piezas que tan bien definen el mundo de las Pauline, una "Mis sitios" en la que los mejores lugares están tan cerca de nosotros como queramos.

La dulce languidez de la canción que da título al disco, iniciando la cara B, nos hace viajar a esos interminables días veraniegos en la arena de cualquier playa del Cantábrico. El paisaje norteño también nos muestra ese "Abismo" de épico estribillo que bien nos podría transportar a los acantilados del cabo de Peñas, entre brumas y espuma del agua golpeando las rocas. Sin embargo, la calma regresa con una canción cuyo título nos refiere a la mítica canción de Sylvie Vartan mientras un sutil toque de sintetizadores respalda el sonido limpio de la guitarra de Mar.

El trío de temas que cierra el disco de Pauline en la Playa, no puede ser más norteño. La lluvia y el tiempo oscuro de "Invierno" nos traen otro de los mejores momentos del disco, mirando el mar tornarse gris en buena compañía (al mal tiempo, buena cara). Vientos suaves y húmedos acercan tormentas que descargan electricidad y apagones para pasar mejor a dúo, y un último corte en forma de saltarina estrofa infantil bajo la lluvia nos envuelve una vez más en ese mundo tan particular y reconocible de las Pauline.

Mar y Alicia lo han vuelto a hacer. En su mundo de detalles, metáforas amables, sentimientos sencillos y sinceros, todo fluye con tranquilidad y sin prisas. Si en sus inicios nos decían que no hay nada como el hogar, ahora nos recuerdan que su mundo siempre será uno de nuestros sitios preferidos.