Los Deltonos me gustan porque llegaron antes que nadie a muchas partes. El grupo cántabro que encabeza Hendrik Roever se mueve entre carreteras de rock americano como pocas bandas de nuestra escena. Aquí es frecuente mezclar a Wilco o The National con la esencia del rock americano de raiz country y sin que me disgusten los discos de Jeff Tweedy, todo lo contrario, igual que si hablamos de blues prefiero a Albert Collins antes que a Eric Clapton, me quedo con Steve Earle antes que con Tweedy.

Los Deltonos siguen su camino hacia el horizonte eléctrico abierto con el disco Sólido, en 2003, dejando atrás aquellos años 90 donde le enseñaron a media España que había mucho más blues que Muddy Waters. Eso sí, el combo de Roever cada vez alterna más la guitarra acústica con el brío del riff eléctrico sonando ya como banda de... más que como grupo, algo lógico considerando que el cantante y compositor lleva ya años editando discos en solitario orientados [aun más] al country de fuego lento.

A diferencia del anterior disco, Buenos tiempos [Guitar Town, 2008], La Caja de Truenos rebaja el sentido del humor y aumenta la nostalgia. Sí me recuerda al anterior trabajo el inicio del tracklist con "No por nada" pero la melancolía se cuela ya en el segundo corte y sobrevuela toda la escucha.

Me siguen gustando más los temas donde ganan espacio las guitarras, caso "El espiritu de la montaña", que las canciones lentas tipo "Gasoil y chocolatinas", cuya letra me parece floja [me pasa igual con "A qué vino volver"].

El espíritu vacilón de "El infierno y lo demás", y de "No puedo darte un euro", son de esos cortes que te apetece ver en directo porque ganan por contraste cuando suenan, como aquí, al lado de "Escribimos nuestros nombres", pura épica con canto a la amistad que le gustaría al mismísimo John Ford.

¡Ah!, como aun no hay videoclip del disco, rescato uno de mis temas favoritos, "Circunvalación".