Joan Baez, el último vuelo de un halcón milenario
Por: Sergio Santos Sánchez. Foto: La Ganzúa
No todos los siglos se presencia el último vuelo de un halcón milenario. No todos los años se comparte recinto y emoción con alguien que es parte de la historia. No todos los días se cubre el último concierto de una artista de renombre mundial con 60 años sobre las tablas. Joan Beaz, “La dama del folk irredento”, como la describe algunos, dio un concierto memorable en Madrid.
28 Julio de 2019 en Teatro Real, Madrid
- · Grupo: Joan Baez.
- · Público: Unas 1.700 personas. Entradas Agotadas. Lleno.
- · Precio: Desde 57 euros.
- · Promotor: Universal Music Festival.
“Este es mi último concierto de mi última gira”, anunció Joan Baez tras las seis primeras canciones, dejando claro que su retirada no va a ser como esas otras tantas retiradas falsas de las que el mundo de la parafernalia del pop rock gusta tanto (Judas Priest, Tina Turner, Cher, Kiss, Sinatra... la lista es casi infinita). Lo de Baez parece que va en serio, y a una artista de su talla moral conviene no quitarle crédito antes de tiempo.
Comenzó el recital con la primera mirada al repertorio de Bob Dylan, su muso, némesis, inspiración y demonio durante las décadas de los 60 y 70: la soberbia "Don’t Think Twice, It’s All Right". La canción, en su versión original, termina con el verso “You just kind of wasted my precious time” (“Se puede decir que malgastaste mi precioso tiempo”), pero ella cambió ese verso para la ocasión: “You just never wasted my precious time” (“Nunca malgastaste mi precioso tiempo”), quizá dedicado a Dylan, quizá dedicado al público, quizá dedicado a la música que tantas alegrías le ha dado durante los últimos 60 años.
El repertorio, con la honrosa excepción de "Diamonds and Rust" (probablemente la más famosa de sus canciones propias, dedicada lógicamente al bardo Dylan), se compuso de obras de otros autores, así como composiciones populares.
El bello poema de Miguel Hernández “Llegó con tres heridas” (musicalizado notablemente por Serrat) arrancó una buena ovación al público, que probablemente no se esperaba una incursión en nuestra lengua tan pronto como en la segunda canción.
Hubo más: "Gracias A La Vida" (de Violeta Parra) y el himno revolucionario-sindicalista por excelencia, "No Nos Moverán", con la que abrió el último bis. Esta dama encandiló al público madrileño (bueno, madrileño de adopción, porque juraríamos que al menos un tercio de la asistencia provenía de otros países) con una acústica sencillamente perfecta (no en vano hablamos del Teatro Real…) y con la escasa pero elegante compañía de su hijo Gabriel Harris a la percusión, de Dirk Powell al violín, guitarra acústica, contrabajo, guitarra eléctrica y piano y de Grace Stumberg a la voz en los registros a los que Joan ya no puede llegar -no tiene problema en reconocerlo-.
El repertorio podría haber sido cualquier otro y el respetable habría salido con la misma sonrisa de oreja a oreja. Pero fue el que fue, y un repertorio en el que hay piezas como "Suzanne" (de Leonard Cohen), "Imagine" (de John Lennon) o "The Boxer" (de Paul Simon) bien merece sacarse el sombrero y guardar silencio.
La parte más política del concierto llegó con "Deportee", la canción de Woody Guthrie dedicada un grupo de emigrantes mexicanos que murieron en un accidente aéreo mientras eran deportados a su país de origen (y cuyas identidades la prensa estadounidense ni se molestó en publicar, tratándolos como póstumo ganado), para la que Joan dejó clara su postura sobre el problema migratorio: “Es momento de vestir al desnudo y nutrir al hambriento, no de levantar muros”.
Del mismo palo,"Joe Hill" y "No More Auction Block" apuntalaron la sección reivindicativa del setlist, muy bien recibida por el público -a pesar de que un rápido vistazo a las camisas de cuello italiano y los pendientes de oro hacen prejuzgar que gran parte del mismo no compartía la visión combativa y socialista de Baez-.
Elegante, hermosa y sin tratar de esconder sus 78 primaveras, Baez no quiso hacer leña del árbol caído, consciente de la trascendencia del momento y de lo fáciles de lágrima que somos por estos lares… Pero sí que abrió un par de espacios para la nostalgia.
Uno, al invitar a Amancio Prada a cantar “Adios ríos, adiós fontes” la elegía de Rosalía de Castro que es un canto de saudade, de morriña y de añoranza. Y otro, al cerrar con “Dink’s Song (Fare Thee Well)”, una canción tradicional que es un estándar del folk americano y que no es más que eso, una despedida.
Alegre pero triste, amarga pero serena, como Joan misma dijo un par de veces durante el concierto. Y así, sin grandes parafernalias ni despedidas pomposas, se despidió de toda una vida en las tablas. La canción protesta no será lo mismo sin Baez, pero el camino que ella cementó seguirá siendo hollado por artistas durante muchos más años de los que ella imagina. Ahora solo queda desearle un retiro largo y provechoso, y darle las gracias por toda una vida entregada al arte, a la música y a las causas justas por encima de todo.