Black Crowes alabados, Smashing Pumpkins abucheados
Por: Xabier Sanmartín C. Fotos: Musicsnapper
The Black Crowes han arrasado en su concierto del festival Azkena Rock de Vitoria - Gasteiz poniendo a bailar a público de varias generaciones [mucho veinteañero en primera fila].

28 de junio de 2013 en Recinto Mendizabala, Vitoria Gasteiz
- · Grupos Viernes 28: Quaoar, Sex Museum, The Sword, M Clan, Alberta Cross, The Black Crowes, The Smashing Pumpkins, The Sheepdogs y Horisont.
- · Público: Entre 10.000 y 15.000 personas [13.700 según la organización]
- · Precio: 42 euros; 65 euros abono para dos jornadas.
- · Promotora: Last Tour International
The Black Crowes han arrasado en su concierto del festival Azkena Rock de Vitoria - Gasteiz poniendo a bailar a público de varias generaciones [mucho veinteañero en primera fila]. Ya actuaron ahí en 2009 pero a diferencia de ellos Smashing Pumpkins no repetirán en el evento alavés donde han sido abucheados por algunos tras un show sin conexión. Tanta ha sido la distancia que su líder, Billy Corgan, cual César romano, ha echado al público a los leones al irse sin hacer bis y mostrando con la mano alzada el pulgar hacia abajo. En una misma noche: hemos vivido el todo y la nada.
The Black Crowes se han salido de la media en su concierto del Azkena Rock 2013 en dos horas de actuación. Su cantante, Chris Robinson, está tan delgado como cuando tuve el gustazo de entrevistarle en Pontevedra en los años 90 pero, moviéndose menos que entonces, aún se basta y se sobra para ser grande. Tras salir puntuales [21.50 h., aún de día], al minuto Chris deja claro que lidera un grupo de rock and roll cuyo deje sureño gusta igual cuando mueve bandera boogie que cuando ondea rock and blues o iza folk que puede sonar a country y psicodelia. Todo con un punto vitalista perfecto para un festival.
En 2014, su primer disco, Shake Your Money Maker, cumple 25 años y de ahí sale el primer tema del set list en el Azkena 2013: "Twice As Hard", uno de sus hits. Abren sin complicarse, yendo al grano, dando lo que más de diez mil personas esperamos: actitud festiva, buen sonido y temas conocidos. En ese inicio, todo son gritos, ovación, más gritos y brazos arriba frente a un escenario al aire libre flanqueado por dos grandes pantallas de video en directo en una tarde con 22 grados de temperatura.
Suena otro hit... "Sting Me". Tras diez minutos de rock y contoneos, permiten que el ambiente se calme un poco, solo un poco y mirando hacia el horizonte, el frontman aviva el fuego. "Good evening rock and roll motherfuckers" [Buenas tardes hijos de... del rock and roll], dice ya con la cazadora vaquera quitada. Luego sopla la harmónica para que le siga el resto de la banda tocando "Hotel Illness" cuyo aire de rock and roll sin prisa acaba con la harmónica regalada a una marea de fans próxima [una hora más tarde lanzará otra].
Foto: Fans de Chris Robinson, cantante de Black Crowes
Entre aplausos y un par de tragos de cerveza [a 3 euros la caña, y a 8 euros el litro de ella y también el de kalimotxo], veo que en el escenario abundan las botellas de agua. Los seis componentes de los Black Crowes [Cuervos Negros] tocan sobre alfombras gigantes salidas de los misterios setenteros del Hotel California. El sonido es impecable y nos llama la atención que usen tabiques de media altura a los lados de la batería [marca Ludwig], del bajista y del teclista, cubículos traseros delante de los se mueve el resto de la formación: Chris, su hermano Rich a la guitarra principal sin apenas moverse y con una chaqueta de hombreras anchas de vendedor de seguros [Josele Santiago inventó este Chiste para Pablo Novoa] sin apenas mover sus maxicollares marfileños mientras acaricia el mástil en sintonía y duelo, según el caso, con el recien llegado Jackie Greene, rasgando la otra guitarra junto a un atril vecino para evitar dudas.
A la media hora, brilla algún solo de piano entre ecos sureños y la banda reduce la velocidad. La fiesta se suaviza, el subidón inicial da paso a la sonrisa leve de beso blues. Chris aprovecha los puentes instrumentales para sacar su manual de muecas: la estatua egipcia, el baile sonámbulo sin mover los pies, el paso del borrachín que casi se cae... se abren minutos de jam eterna donde no existe el tiempo. Sin apenas escenografía, en ese momento llevan el repertorio al riesgo de la monotonía que rompen con otro de sus éxitos "Feelin Alright", versión del original famoso en los años 60 gracias a los Traffic.
"Do you feel good?, Do you feel alright?", ¿estais bien?, ¿estais guay?, pregunta Chris provocando "yeahs" y "sies" en mil gargantas.
La noche ya camina y en la segunda parte del concierto, los Black Crowes hacen lo inevitable, lo esperable, manejando a su favor la incertidumbre de un público que sabe que escuchará sus himnos favoritos pero no sabe ni cuándo ni cómo. Ahí sorprende ver el respeto y la complicidad ante la hermosa balada titulada "She talks to angels", con una preciosa guitarra acústica en manos de Rich y con Greene, ya sin la braga friolera en la cabeza, que suple la ausencia de bajo y teclado con una pequeña mandolina eléctrica [creo]. Intimidad que en Vitoria luego convive con esos momentos donde uno y otro guitar hero se dilatan en solos inmaculados, con el más veterano [Rich] yéndose hacia el mástil pulcro y el más jóven [Jackie] derrochando más feeling [sentimiento], sin negarle tampoco el pan a un teclista de cuerpo oculto casi toda la noche salvo en ese solo de calculado crescendo que le pone de pie y exhalta el ambiente gracias a un taquicárdico final con todo el grupo yéndose hacia arriba.
Y para quien crea que todo es ayer, ahí está... "Soul Singing", quizá la canción más reciente de todo el recital, una composición de Lions, sexto álbum de estudio, editado en 2001. Cantada con Chris arropado por coros.
Tras esos aspavientos y otros folkies previos con Chris gritando "Magnolia" en algunos momentos de ramalazo country campero, la brisa blues resopla con "Thorn in my pride", y el clima se desborda con una sucesión de sus más grandes éxitos: "Jealous Again" y "Remedy" [de su segundo álbum, The Southern Harmony and Musical Companion] y el alocado "Hard To Handle" [original de Jones y Otis Redding] mezclado sin pausa con "Hush" [cover Joe South] entre coros colectivos y na, na, nas... yendo y viniendo por todas partes, botándose, sudando en las filas delanteras.
Ardiendo en un ritual colectivo que acaba a las 23.42, a poco de las dos horas de bolo con ese único bis aplaudido incluso al irse cuando en los pantallones la clase se hace esquela al aparecer la foto gigante de un actor enorme: James Gandolfini, y a su vera una frase: "In loving memory", en memoria de nuestro amado. Un homenaje al intérprete protagonista de la serie de televisión "Los Soprano", simbólico redoble para unos Black Crowes que se despiden regalando puas, baquetas, reverencias y sonriendo sabeedores de que habiendo volado alto en su segunda visita al Azkena mañana podrían hacerlo aún mejor. A sus años, el rock se regula porque mañana el show continúa.
ALBERTA CROSS
Hablando de homenajes, en el escenario situado en la otra punta, en la otra portería por usar un símil fácil, tocaron justo antes los Alberta Cross con su cantante Pete Remm luciendo camiseta de David Bowie.
Frente a un público amparado por una megacarpa en previsión de posibles lluvias, estos británicos afincados en Nueva York han cumplido con notable. Ofrecen rock de guitarras tensas y melenas largas. Formando con la batería de lado y un teclista aseado en el habitual lugar central. El quinteto está en vísperas de su nuevo disco, Songs Of Patience, y exhibe talento en cortes como "Old Man Chicago" [del disco largo anterior, Brooken side of time] con guiños al folk rock yanki al estilo de The Band, con especial entrega de un guitarra desenfrenado, con y sin slide, casi ansioso por desfasarse cuando bajaban a tempos medios en un set list bailable y muy aplaudido.
SMASHING PUMPKINS.
Relevo. En mi zona, entre las primeras filas, el adios de los Black Crowes hace que muchos asistentes de entre 20 y 30 años salgan hacia las zonas de hierba... ;)
A falta de segundos del concierto de Smashing Pumpkins, sube la media de edad. Supongo que es el coste a pagar por la banda de Billy Corgan tras casi diez años disueltos en un siglo XXI donde los años 90 quedan lejos si enfrente hay público clásico, rocker y azkenero, como es el caso. A las 00:15 h., salen los cuatro músicos. Arrancan con un tema lento bajo diez pantallas de video al fondo del escenario situadas cual pirámide. Sobrios, con Corgan vistiendo camiseta de manga larga bajo una de manga corta con la leyenda "Je Sus Un Rock Star" [tributo a Joey Ramone], al minuto se ve que algo falla, algo falta. El líder nunca ha sido Billy El Amable pero esta vez abusa de una actitud perezosa, distante, como si le importase poco estar tocando para otros y a su vez estos, nosotros, nos importase poco si lo hace bien, mal o regular.
Apenas se les aplaude. Algo pasa, algo pesa... y lastra el espectáculo a pesar de que hay temas donde esas guitarras oscuras que salen de las tripas suenan bestiales, tremendas, duras y densas pero sin pegada colectiva. Vivimos una era definida por los verbos conectar y compartir, y hoy esas palabras no están en el diccionario de este concierto.
Foto: Smashing Pumpkins, dieron calabazas a los cerca de 15.000 espectadores del Azkena Rock
Cuando Corgan ruge recuerda la escuela de Frank Black [capo de los Pixies], y deja claro que Siamese Dream [1993, Virgin] fue y es uno de los mejores discos de rock editados en los años 90 pero si los Black Crowes lo han sido todo esta noche ellos son la nada.
Por si fuera poco, a los veinte minutos abren media hora de tempos lentos, dispersos, con la banda algo desnortada ante personas que miran y apenas opinan. El sonido es mejorable, Corgan hace gestos raros, queda saber si alude a los técnicos o al auditorio. Brota un flash de magia cuando despliegan con pereza guitarras cristalinas, sí, parece que sí pero no aunque inician una versión del "Space Oddity" que dio fama a Bowie, su revisión tampoco convence aunque algunos la compremos.
Corgan tiene una dicción más clara que Robinson, masca más las palabras y se agradece que sea capaz de generar texturas, tensiones, tiene presencia, fuerza pero el show bajo imágenes de fragtales, planos de besos y secuencias de cuerpos, no prende, no calienta. Tras ese pasaje lento excesivamente largo, llegan tres cortes con la base pregrabada, recurso atípico en un grupo grande que bien haría en reforzarse con un teclista o con dos o en hacerlo de modo más engrasado y no de forma desalmada, fría, más si una canción suena medio minuto mientras los tres músicos se detienen mirando a los biosbardos.
Suenan clásicos suyos como "Disarm", "Ava Adore", "Tonight, tonight" y "Bullett With Butterfly Wings", que desatan algunos gritos, voces que marcan en rojo en medio de la noche negra el lugar donde están sus fans fieles, sueltos en medio de miles de personas a quienes les da lo mismo que los Smashing Pumpkins toquen o cenen. La indiferencia es tan fuerte que incluso quienes disfrutamos con parte del set nos sentimos algo cohibidos al aplaudir.
Jeff Schroeder, guitarra solista [con amplificadores Orange], usa a ratos un breve teclado para que suene algún theremin puntual [Corgan también toca a ratos uno que restó más que sumó] y en la parte final saca una guitarra en forma de flecha para algunos punteos de alma heavy que cuadran poco. Hay destellos de talento. Brotan cuando el grupo logra sonar tremendo en partes instrumentales donde su rock suena grueso, construyendo un puente entre el indie rock oscuro y el metal. Da igual, no conectan. Tengo dudas de si realmente están tocando en el Azkena o son un holograma inventado por la luminotecnia.
A las 01:45 h., tras hora y media de concierto, los norteamericanos abandonan el escenario con Corgan alzando su mano con el dedo pulgar hacia abajo como cuando en la antigua Roma el César condenaba a muerte al gladiador herido. El gesto y alguno previo menos expresivo, es recibido con abucheos y aunque los fieles a la banda esperan unos minutos deseando un bis... ni llega, ni llegará.
E igual que sabemos que los Cuervos Negros volverán a volar hacia el festival Azkena Rock, sé que Corgan solo lo haría para subirse a un avión que le lleve bien lejos.
En la zona de tiendas, donde el último disco de los Smashing, Oceania, se vende en vinilo a 25 euros [al lado unos de Bjork a 20 euros], busco consuelo para olvidar esa amargura de un bolo con grandes momentos en medio de un ambiente adverso. Ante un set con camisetas de 15 a 25 euros, con predominio del color negro [tono dominante en el festival], busco comprar algo en puestos donde hay carteles que recuerdan que se puede pagar con tarjeta a diferencia del rótulo situado en las taquillas indicando que solo aceptan "dinero en metálico".
Foto: Quaoar, único grupo vasco presente en el cartel, fue el encargado de abrir el maratón de conciertos del primer día del Azkena Rock 2013. Han sido ganadores del Concurso Pop Rock Villa de Bilbao 2012.
Foto: Alberta Cross. cumplieron con notable con un set list bailable y aplaudido...