Björk... la última gran estrella indie pierde luz
Por: Ainara Alboa. Fotos: Actua Comunicación
Bjork es la última gran estrella de la música indie. No habrá otra igual. El siglo XX vendía discos y pósters, el XXI canciones y aplicaciones.

22 Junio de 2012 en Explanada Cidade da Cultura, Santiago de Compostela, A Coruña
- · Grupos: Björk
- · Público: Unas 5.000 personas. [Tres cuartos de aforo]
- · Precio: 40/45 euros.
Bjork es la última gran estrella de la música indie. No habrá otra igual. El siglo XX vendía discos y pósters, el XXI canciones y aplicaciones. Ni mejor, ni peor. Hoy, solo ella puede reunir a 5.000 personas para escuchar voz , coro y dos músicos. El concierto en Santiago, único aquí, fue tenso. Su voz nunca acabó de volar cómoda. A favor, diré que repasó cada disco menos Volta y que el show duró más de lo previsto pero todo debió salir mejor. El tiempo pasa, pesa y aunque Björk brilla su estela pierde luz.
Björk en Santiago, como en cualquier ciudad, debería suponer… lleno seguro y espectáculo inolvidable. Sin darse ni lo uno ni lo otro, su actuación fue especial.
Llegamos muy pronto atraídos por la anunciada presencia de un dj para calentar el ambiente pero no salió y a las ocho de la tarde allí arriba, en la Cidade da Cultura [Santiago] solo había un vacío pendiente de llenar. Cuando vimos que a dos horas del inicio aún se estaban realizando ajustes en el escenario intuímos que algo fallaba porque sabemos la fama de organizada que ella tiene. Es increíble ver ajustes de última hora en una actuación anunciada en noviembre.
A las 22.30 h. empezó todo. Expectación, noche cálida y una musa por llegar. Todo mágico. La coral abrió el viaje con un tema al estilo de las paisajísticas bandas sonoras de la saga de "El Señor de los Anillos".
Björk apareció con la esperada peluca de nubes naranjas y un kimono azul de manga ancha. "Cosmogony", "Hunter" y "Thunderbolt" fueron las primeras canciones, como es habitual en esta gira. Cantando sobre unas sandalias plataforma de unos 15 centímetros, la emoción le pidió más libertad y en la cuarta canción, "Hidden Place", se descalzó. Su energía crecía pero pronto le notamos gestos de tensión como cuando miró de forma inquisidora al coro de 12 voces, formación que durante la noche alternó colocación en fila única, grupitos y doble fila. Y en medio de tantas voces, el sol, cantando y moviéndose a su aire, con sus bailes extraños… Tras suspender parte de la gira por recomendación médica tras una operación vocal [iba ir al Primavera Sound Barcelona y al de Oporto], Björk demostró que ha vuelto para cantar como el ángel que ha sido siempre pero aquí sufrió al pasar de agudos a graves. Arropada por un teclista y un segundo comodín para las programaciones, el set fue creciendo sin que faltasen algunas miradas para ordenar máxima entrega a su banda, quizá consciente de que ella no está al máximo. Esos detalles son los que solo percibes cuando estás en primera fila. Por eso me gusta ir pronto .
Tensa o no, su repertorio es una delicia y aunque el escenario incluyó pantallas con audiovisuales de la app del nuevo disco [Biophilia] apenas presté atención a esos montajes. Me centré en estar conectada a la estela de Björk y sus/mis emociones.
La comunión pop no fue perfecta. Quedó rota por fallos pequeños, como el cutre efecto de cuatro petardos saliendo de su mano, un artificio impropio de alguien de su nivel.
Una canción del primer disco, otra del segundo, dos del tercero, siete de Biophilia [hubo suerte, suele cantar más]… hay que reconocer que Björk se portó. Cuando algo falla, está la música. "Hidden Place", "Crystalline", "Unravel", "Mouth’s Cradle" y "Jóga", para mí una de las cumbres de la noche, me erizaron la piel. Hay canciones que has escuchado tantas y tantas veces a solas que sentirlas en directo es algo que apenas puedes decir con palabras.
Los momentos de subidón fueron la citada "Joga", "Virus" [¡lo máximo!] e "Isobelle" [otro inesperado regalo], o sea, tres temas suaves que contrastaron con el ambiente tenso que reinó en el escenario. "Hollow", "Pagan Poetry", "Mutual Core" también sonaron como parte de la primera hora y ya en el bis, Björk abrió con la maravillosa "One Day" cantando en solitario. A pesar de la magia de ese tema, en el bis seguía sin estar relajada e incluso vimos que miró varias veces hacia una zona algo escondida del escenario donde parecía haber un conato de incendio con humo saliendo de entre unos cables. No sé bien qué pasó. Tal vez nada. Ella, hija de padre electricista, quizá pueda explicarlo pero da igual, fue otro indicio de la inquietud que rodeó todo.
A las doce menos cinco cerré los ojos con "Declare Independence", corte final, aún resonando en mis adentros.
Un "gracias" con la erre marcada a fuego, un inquietante "¡qué pasa!" y… un "disculpas por no pronunciar bien en inglés…" [son conocidas sus bromas sobre su fortísimo acento islandés] fueron su concesión al diálogo más allá de la música.
¿El ambiente? Funcionaron bien los autobuses especiales para subir y bajar; la seguridad en la entrada fue tan excesiva que nos hicieron tirar hasta un paraguas; el agua pequeña con tapón abierto se vendía a 1,5 euros; no hubo la proyección incial que sí se ha puesto en otros conciertos; no me fijé en las pantallas gigantes pero vi que repetían lo de que estaba prohibido hacer fotos aunque todo el mundo las hizo [Nota de la Redacción: se impidió a los fotógrafos profesionales de los distintos medios de comunicación hacer su trabajo]; y en cuanto al público, os diré que fue una mezcla de universitarios de clase media-alta, maduros extravagantes y, como ya es habitual en ella… bastante representación gay.
Foto: Björk, junto al coro que la acompaña en esta gira, y al que "marcó" con la mirada