Ara Malikian, un violinista bohemio que une Oriente Medio y Cuba sin olvidar a Chopin
Por: Xabier Sanmartín
Ara Malikian sale a escena y no le vemos. Escuchamos su violín lleno de matices, como si entre cuatro cuerdas y un corazón se pudieran crear un millón de sonidos. Y así és si él abraza ese instrumento de madera. En Bilbao, nos paseó entre Oriente Medio y Cuba sin olvidarse de Chopin ni de su hijo Kairo. Gustando igual a un fan de los Misfits sordo (te lo presentamos) que al resto de las 2.100 personas, visto lo mucho que se aplaudió.
27 Diciembre de 2023 en Palacio Euskalduna, Bilbao
- Grupos: Ara Malikian.
- Lugar: Auditorium del Palacio Euskalduna.
- Precio: 46 euros en la venta anticipada. Lleno, unas 2.100 personas.
- Promotor: Ara Mailikian Equipo.
Ara Malikian sale a las 21.03 h. tocando en Bilbao a un escenario a oscuras. No le vemos, le escuchamos, le sentimos. Es un virtuoso del violín. Electicismo, sensibilidad, intensidad y humor, son sus cuatro cuerdas. Al minuto se hace la luz, y se suma a Ara el cuarteto cubano que le acompaña en su actual gira, "The Ara Malikian world tour". Tocan en una cita con las entradas agotadas, ante un auditorio de 2.100 personas, entre ellas Pedro, a quien saludo por lo atípico que resulta ver en el Euskalduna a un fan de los Misfits, grupo estadounidense punk y hardcore de quienes luce una camiseta sin mangas que muestra sus brazos tatuados. Tras un simpático "bai" ("Sí" en euskera) al dar permiso para hacerle una foto, añade que es fan de Ara. "Es la tercera vez que le veo", dice antes de añadir la frase clave que explica que sobre las orejas no lleve auriculares inalámbricos aunque lo parezca. "Soy sordo", dice mientras derrocha bromas con su acompañante interactuando gracias a unos aparatos auditivos implantables negros poco más grandes que unos cascos estándar que luce un poco por encima de sendas orejas.
Tras casi 20 minutos tocando sin tregua, Ara Malikian (Beirut, 14 de septiembre de 1968), saluda: "Gabon" ("Buenas noches"). Da las gracias al público por venir, ese que media hora antes hacía respetuosa cola en el exterior del Euksladuna para acceder al Auditorium, la sala grande de este palacio situado junto a la ría de Bilbao, donde se agradece mucho que exista guardarropa gratuito en días de invierno. En su primera parrafada, el violinista afincado en Madrid desde hace años, habla de sus raíces en el Líbano, de sus abuelos, de su paso por Armenia y Siria y hasta de los pintxos vascos antes de tocar esa "Rapsodia" que si visita Barcelona apellida "barcelonesa" y si va a la capital de Bizkaia como "bilbaína". Recursos del mundo del espectáculo que él sabe emplear bien.
En ese pasaje brillan sus cambios de velocidad al violín y su talento para moverse mientras toca, con ese aire de duende barbado de pantalón blanco de dibujos imposibles con manchas rojizas. No para, toca mientras agita una holgada camisa negra abierta al pecho, de mangas cortas, al tiempo que baila, salta, da patadas, se deetiene y arrodilla o gira luciendo docenas de pulseras en una y otra muñeca pero sin dejar ni un solo segundo desantendido ese instrumento que parece una extremidad más de su cuerpo.
Tras ello, el ambiente se relaja con un tema a dúo donde Ara se acompaña al piano de Melon Lewis, el integrante más presente de la banda durante un concierto que se prolongará dos horas y con quien se marca ahí un delicioso monumento a la música clásica, como si estuviéramos escuchando a dos solistas previos a la salida de una sinfónica. Sublimes entre penumbra lumínica, que no emotiva.
En otra de sus pausas para hablar, Ara, alude a la bohemia, con bromas sobre Queen y Freddie Mercury. "Fastidiaron a todo el mundo con su 'Bohemian Rhapshdy', ya no era lo mismo ser bohemio...", suelta entre risas de un público cómplice que cuando le ha visto ya otras veces ya conoce parte de sus bromas aunque, seamos sinceros, las reímos igual porque el clima que él logra te predispone a ello, a escuchar un concierto cuyo relato se sopala con composiciones hiladas por su biografía, formando una brillante banda sonora compartida que mezcla sensibilidad y humor.
En la composición "Concerto Grosso" nos lleva hacia sonidos música cubana tras una simpática intro algo larga sobre su paso por La Habana y cómo conoció al cuarteto que le respalda, ese donde el contrabajista emplea a ratos el bajo eléctrico para dar hondura rock a ciertos momentos del set y donde el batería se desenvuelve esquinado tras unos paneles acústicos transparentes, ejemplo de como mima el sonido de este ecléctico proyecto, cuya mezcla de géneros algunos critican y otros muchos apreciamos.
Y suena también "Ay Tikar Tykar".S e abre con ritmo propio del metal o hard rock. La intensidad sonora crece, se vuelve gruesa en un pasaje compuesto como homenaje a las primeras palabras dichas por Kairo, el hijo de Ara y su pareja, la actriz Natalia Moreno. Y hablando de familia, a él dedica también la divertida "Calamar robótico", parte de una segunda parte del concierto donde su homenaje a los maestros de la música clásica se hace más explícito con "Preludio 4", de Chopin, que suena tras un preludio donde el escenario se queda a oscuras para aplacar el eco de una gran ovación previa. En cuestiones escénicas, Ara Malikian y su equipo cuidan igual luces que la estructura, después de todo, como indica en uno de sus discursos, antes de la pandemia, giraba a ritmo de "120 conciertos por año", pasándose media vida en los aeropuertos y, de vez en cuando, rebajar la velocidad para enredarse entre las hebras de la belleza de maestros como Chopin es bueno para recuperar el resuello.
En un tramo final donde se hace algo cansino su recurso de las intros con alma de monólogo (fruto de su natural verbo ocurrente con un guión de momentos hilarantes como al hablar de "la invasión de los contemporáneos"), Ara interpreta también "Taline Nanig", una delicia hecha para sus hermanas, así llamadas y que parece abrirse como un guiño a "La Primavera" de Vivaldi para luego desplegar sus alas hacia otros aires, incluyendo un sorprendente cambio de tercio al final con zancada perezosa y soleada de ritmo latino junto a un cuarteto que también tuvo a lo largo del set logrados ramalazos de jazz y que, en lo tocante a la banda, dio hueco a solos de cada componente, salvo del batería, que, eso sí, supo lucirse cuando Ara precisó de su percusión para evocar sus raíces asiática en Oriente Medio.
Esuchamos además "Alien’s office", composición sobre los tiempos de migrante en Londres de este violinista que pasó también una etapa en Alemania ("Allí hice de todo, desde actuar en bodas a funerales"). Es una pieza taquicárdica en cuyo crescendo el virtuoso Ara acaba girando sobre sí mismo sin dejar de tocar, dando pie a uno de los aplausos más fuertes de una noche que algunos no vimos concluir porque el último servicio de metro pasaba por allí hacia las once de la noche cuando lo lógico sería, y más en fechas de Navidad, que también entre semana se prolongara algo más, la oferta de ocio en Bilbao lo agradecería, y también la hostelería.
Por suerto, la huella de este espectáculo que ofrece Ara Malikian, más enriquecedor que otros de giras previas, va más allá de una mero concierto, siendo inspirador para Pedro, fan de los Misfits, y para el crecimiento de Kairo Malikian Moreno, a quien le quedan muchos calamares por soñar.