El indie ya no es lo que era
El indie cada vez es más cosa de indios y de vaqueros y vaqueras que deseen habitar un western que se está quedando abandonado. Sí, los tiempos cambian, ya lo dijo ese Bob Dylan que actuó antes que nadie en la China con dictadura postMao, y esos tiempos renovados escriben hechos distintos.
La música indie en los años 90 solo sonaba en Radio 3, salía casi toda de sellos pequeños, salvo los discos de Los Planetas, que estaban en una multinacional... y ahora los grupos indies suenan en Radio 3 y también en otras emisoras cantando casi todos en castellano cuando antes se hacía en inglés.
Asi lo recordaba Carlos Mariño, promotor gallego con veinte años de experiencia al frente de Spanish Bombs, durante sus declaraciones al programa Ochéntame Otra Vez, en TVE. Ese programa emite cada jueves una mezcla de imágenes de ayer y de hoy para comparar aquella década prodigiosa con esta donde tratamos de recoger los pedazos de un corazón cultural mordido a ladrillazos, a decretazos, a leyes de una política sin ley.
El indie, vuelvo a ello.
Un día te levantas por la mañana y descubres que ser indie no tiene sentido. Miento, lo tiene pero... de otro moddo. Para empezar, apenas quedan sellos pequeños y los dos principales ejemplos de éxito pop rock de los últimos seis años se llaman Vetusta Morla e Izal, formaciones con sede en Madrid convertidas en profesionales desde la autoedición, y a ese nivel no se puede ser más indie ni hoy ni ayer al apostar por una valentía, la de la autoedición, que ese icono granadino de la escena que son Los Planetas jamás cataron si olvidamos Medusa, su Ep lanzado desde Elefant Records. Por cierto, hablando de esa discográfica, algún día habrá que hacer un homenaje a Luis Calvo y demás equipo de Elefant por lo mucho que han hecho por la cultura musical de este país de paises.
Ah, el indie, retomo, ha cambiado y para bien, ahora son Loquillo, Amaral y otros nombres que toda la vida han sonado en la radio fórmula quienes se suman al cartel de los festivales llamados indies para entrar en una escena que crece mientras decrece el su circuito de contrataciones basadas en Ayuntamientos e ingresos por discos que ya no se venden.
Todo esto es un lio. Las cosas cambian pero no todo.
Una canción sigue durando tres minutos y si es buena garantiza la felicidad compartida.
por Xabier S. C.
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