Este yanki de Texas ya está en la treintena y casi todos sabemos que le va a costar un mundo firmar otro disco como su debut, Micah P. Hinson And The Gospel Of Progress. En este caso, le mata un exceso de violines. Aquí hay cuerdas por todas partes, tantas que pesan más que su propia voz y como ésta no es una revista de ópera, significa que algo pasa.

Si no conoces a Micah P. Hinson te diré que es un tipo cuya popularidad bebe de cierto malditismo [difícil marcar fronteras entre realidad y mentira] y que relee ese folk rock norteamericano donde hay pisadas de Bob Dylan, Tom Waits, Neil Young y Leonard Cohen [de él en este álbum sobre todo].
En Estados Unidos es casi un don nadie pero en España es una pequeña star con cuatro discos editados por Houston Party. Hace poco, giró por aquí al frente de Centro-Matic porque su batería [Matt Pence] produce el álbum pero lo suele hacer con los maños Tachenko como banda porque Hinson encaja bien en nuestra escena indie.

El viaje empieza con un instrumental donde los violines pasan de la tristeza a una alegría contenida y ya en el segundo corte aparece la voz, que ahí suena sola junto a una guitarra acústica muy country aunque luego irán predominando cortes donde casi siempre le arropan coros y cuerdas y más cuerdas que no sé cómo trasladará al directo.
Hay varios cortes de atmósfera dispersa, que son mis favoritos por su aire sacro ["Seven Horses"...; o la letanía de "The Letter At Twin Wrecks"]. A él le gusta mucho citar a Dios. Destaco "The Cross That Stole This Heart Away", ocho minutos donde la voz solo brota a la mitad y a tempo de susurro, muy al estilo Cohen.

"Watchers, Tell Us Of The Night" también me encanta porque es envolvente, perezosa y tiene mucha riqueza de matices que agradecen las escuchas. Esa canción suena poco antes de un final que sella otro instrumental, uno casi eterno, de doce minutos que arranca con desbarre sónico hasta que, ¡cómo no!, llegan los violines [debían estar de oferta].