14 Enero de 2009 en sala Rock Club, Ourense

• · Grupos: The Cynics.
• · Público: Lleno [unas 200 personas].
• · Precio: gratis con invitación.
• · Promotora: Rock Club.

A los Cynics ya sólo les falta hacerse casa por aquí.  Michael Kastelic, a la voz y Gregg Kostelich a la guitarra, han girado acompañados al bajo por Ángel Kaplan [Bubblegum y Doctor Explosion]. A ese nexo de la banda yanki con la Península, se suma que su nuevo disco, Here We Are, se grabó en los estudios Circo Perrotti, esa máquina del tiempo llena de tecnología analógica donde Jorge Explosion exprime en Gijón a su alergia al protool. Hablando de eso, los bolos de los Cynics son alérgicos al aburrrimiento y en Ourense casi se acaba invadiendo el escenario.

Como no podía ser de otra manera, estalló la noche en Ourense durante lo que fue la celebración del décimo tercer aniversario de la sala Rock Club, fiesta con la actuación de The Cynics como plato fuerte. Sólo quienes conseguimos invitación gratuita pudimos disfrutar del show de esta banda de garage formada hace 30 años en Pittsburg, Estados Unidos, y que cruza el mundo sin que, por ahora, haya noticias de un mal bolo suyo.
Todo fue increíble. La actuación fue magnífica frente a una sala a rebosar donde muchos asistentes ourensanos comentaban que nunca habían visto el Rock Club tan lleno. Hasta las entradas estuvieron a la altura, con un diseño gráfico muy propio de una orgía rock como ésta y la frase "INVITADO ESTÁS" por acertado lema de la noche, convirtiendo ese ticket en una joya de colección para fetichistas [todo es importante, todo es espectáculo].
A las diez y media exactas, hora habitual de los bolos en el Rock Club, salieron a escena The Cynics, sin teloneros pero bien presentados por el dueño de la sala, Labra, uno de esos hosteleros adicto al rock hasta llegar al exceso.
Mientras Gregg Kostelich todavía afinaba las cuerdas de su guitarra, llegaba al escenario el vocalista Michael Kastelic. El frontman nos dejó atónitos a todos con su fuerza, energía, miradas, poses y bailes, una coreografía que estaba a medio camino del espasmo y de los tics propios de un aprendiz de  flamenco... os lo juro.
Kastelic nos regaló simpatía, primeros planos magníficos, algún que otro guiño malévolo e incluso sudorosas caricias a los asistentes más osados. La batería sonó atronadora durante las dos horas y pico de concierto, sin parar ni un sólo minuto, sin frenar si siquiera entre canción y canción. Bajo contundente, guitarra con mucha clase, público loco y... todos a volar.
El ritmo era frenesí puro. El público estaba entregado al ciento un por cien. Los únicos descansos que nos permitieron fueron aquellos segundos que Michael se tomaba para darle un sorbo a una botella de Tequila, que las aguas son para los cantautores indies. El lider de los Cynics alternaba su voz con la harmónica pero también hacía sonar una pandereta o unas maracas si la canción le pedía matiz distinto, siempre en medio de ritmos y riffs al tiempo que inundaban la sala y lo hacían vibrar todo. El guitarrista mantuvo su pose y sus gafas de sol todo el concierto porque las giras son largas y las poses necesarias, el ritual pide calidad y postureo, todo en su justa medida.

Sonaron temas míticos de la banda como "Baby Wat’s Wrong", "Yeah", y por supuesto pudimos escuchar "Here We Are", corte destacable de su último disco homónimo. Como broche final hicieron una versión de "Gloria" de Van Morison [bueno, de su fugaz etapa con el grupo Them] que hizo estallar a todo el público, algún asistente acabó subido al escenario y casi se parte la sala en dos... lo juro.
Tras el espectáculo no faltaron los saludos, detalles como regalo de baquetas e invitaciones para desayunar, e incluso alguna ourensana recibió la proposición de continuar la gira con ellos.

Aunque son una banda sixty, los Cynics saben triturar el rock más allá de esa década, por algo Kostelich es un gran músico al tiempo que melómano y responsable del sello Get Hip. Por si fuera poco, en Ourense demostraron ser una gente estupenda, ya unos clásicos en estas tierras, músicos que nos dejan muy buen sabor de boca por lo que tocan y por lo que representan. 
De cínicos, no tienen nada.